Las mujeres y el poder
Creado por ÓSCAR SUBIJANA GARCÍA , el Viernes 29 de Octubre de 2010

La profunda remodelación del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero para hacer frente a los nuevos retos que la realidad española viene lanzando ha dejado fuera a varias mujeres ministras. Anulada la paridad con alevosía y sin necesidad de nocturnidad, el nuevo Ejecutivo, masculinizado en su mayoría, se prepara para hacer frente, entre muchos otros, a dos retos muy concretos: la salida de la crisis económica y la posibilidad de que la banda terrorista ETA abandone las armas. Dos órdagos para los que hace falta mano dura, fuerza, determinación, templanza, capacidad de comunicación y liderazgo.


 

¿Carecía la ya ex vicepresidenta, ministra de Presidencia y portavoz, María Teresa Fernández de la Vega, de alguna de estas características o de todas? ¿Le faltaba fuerza o mano dura a Bibiana Aído? ¿No tenía dotes comunicativas Beatriz Corredor? ¿Elena Espinosa era capaz de hacer lo que se proponía al frente de su ministerio con la suficiente determinación y sin perder la templanza? Demasiadas cuestiones que dan pie para reflexionar sobre ese binomio tan inestable que supone la mujer y el poder.

Ha quedado meridianamente claro que a Zapatero no le ha temblado el pulso a la hora de cargarse la paridad política, idea de la que alardeó en 2004 colocando la Igualdad en el frontispicio de su acción de gobierno y repitiendo reparto, escenario y guión en abril de 2008 con nueve ministras, entre las que destacaba una vicepresidenta plenipotenciaria.

Sin embargo, cuando la realidad se tuerce y deja de ser placentera, la economía da síntomas graves de agotamiento y se acercan procesos electorales para los que uno no parece estar preparado, la necesidad de un cambio profundo de gobierno aparece como única solución parcial y temporal. Eso sí, un giro en el que quede claro quién manda, cómo manda y con quiénes manda. Y volvemos a los retos.

Si los ciudadanos no terminan de entender qué es esto de la crisis, no comparten la reforma laboral y están en desacuerdo con tener que alargar su vida laboral más allá de los límites racionales, hay que poner al frente de la vicepresidencia y la portavocía a un hombre leal, con contrastada capacidad de comunicación y con fuerza y formas implacables: Alfredo Pérez Rubalcaba. Si todo indica que la izquierda abertzale ha optado por alejarse de ETA y, a su vez, la banda terrorista pide ayuda de forma insistente para que el Estado la acompañe en su inevitable agonía, nos hace falta otro hombre con infinita capacidad de comunicación, lazos con la realidad vasca y también formas deterministas: Ramón Jáuregui en la cartera de Presidencia.

¿Quiere esto decir que ante retos de calado, ante cuestiones de enjundia, ante decisiones trascendentales con negociaciones interminables y de dialéctica extrema, hay que echar mano de hombres, de representantes de esa masculinidad dura, de formas rotundas con mensajes unívocos? Antes y después de que el ministro de Interior hubiera tomado las riendas de los nuevos tiempos los medios de comunicación hablaban del 'nuevo hombre fuerte' del Gobierno. Expresión que sirve de resumen teórico y que da fuerza a otra imagen, la de esa 'nueva mujer fuerte', que apenas se utilizó durante los gobiernos de la paridad. Y si se usó fue para destacar la valentía de Fernández de la Vega para asumir un puesto de tanta responsabilidad, y no como reflejo de un poder real encarnado en una mujer.

Las mujeres en política siempre han tenido que aguantar todo tipo de comentarios en los que se ponen en cuestión las más diversas capacidades. Se siembra la duda, además, sobre si esta supuesta limitación en la capacidad se compensa con la lealtad y la entrega indubitada, un valor de contrastada relevancia en política. Interrogantes que no aparecen cuando una crisis de gobierno 'devuelve' el poder a los que verdaderamente deben ejercerlo, si atendemos a la más rancia tradición liberal, burguesa, patriarcal y machista.

Cuando una mujer se convierte en ministra o accede a cualquier otro puesto de poder se somete a una doble evaluación, como bien argumenta la profesora británica de Psicología de la Salud Paula Nicolson, «como profesional en competición con el hombre, y como mujer profesional. Como mujer profesional tiene que superar al hombre profesionalmente y a la vez ser femenina tanto social como profesionalmente». Es lo que la académica llama un «dilema esencial».

Algunas y algunos confiábamos en que la paridad había llegado para quedarse. Creíamos que la participación de la mujer iba a ser tenida en cuenta para romper, de una vez por todas, esa cultura política hegemónica de la corbata masculina. Para nada ha sido así. Y además, la realidad, tozuda y contestona, nos lanza ahora casi a diario mensajes de alarma en los que, como dardos envenenados, renacen esas posiciones prepotentes del macho en el juego de poder. Un alcalde que sueña con las felaciones de una ministra, un escritor que alardea en su última obra de haberse 'cepillado' a dos niñas de 13 años en los años sesenta, y un ex corresponsal de guerra que cree que un hombre es un «mierda» porque llora en su despedida. ¿Mujer y poder, binomio imposible? No lo creo.

11207

 

Gracias a ti, somos :
"Ahora también somos Womenalia"
www.womenalia.com
Formación
Noticias Moda

Gente inspiradora