El fútbol como ritual masculino
Creado por Ricardo de Querol , el Miércoles 20 de Abril de 2011

A los hombres nos gusta conversar sobre fútbol porque, ya lo sabrán, no nos agrada hablar sobre nosotros mismos. No desnudamos nuestras emociones, ni nuestras experiencias, porque compartir demasiada información nos hace sentir vulnerables. Es estupendo que ese universo paralelo de atletas que patean balones sobre el césped nos permita, sin riesgos para nuestra imagen, probar nuestra capacidad de análisis, examinar tácticas y estrategias, el liderazgo de grupos, el talento individual al servicio de lo colectivo, la valentía, la épica, la disciplina, la imaginación, la camaradería, el honor, la vileza, el carisma, la genialidad. El fútbol remite a la guerra, a la caza mayor prehistórica, a la mitología griega o al circo romano, pero convertido en espectáculo amable e incruento, que emociona y que relaja porque, en realidad, no afecta en nada a nuestras vidas.


Woody Allen dijo que el cine podía envidiar del fútbol la capacidad de dar un giro al guion en el último minuto. La conversación entre hombres abarca muchos otros temas, claro, pero ninguno es tan agradecido. Se puede hablar de política, pero provoca tensiones; de aparatos tecnológicos o de viajes, pero queda presumido; de cultura, pero se puede meter la pata. ¿De mujeres? No de las nuestras, por favor. Como ritual masculino, compartir cuatro Madrid-Barça de aquí a unos días no tiene igual. Y este duelo sin precedentes enfrenta además a dos modelos de hombre cargados de simbolismo: Mourinho y Guardiola. Dos tipos de líder, magnéticos ambos, triunfadores cada uno a su manera.

Perdonen la caricatura. Conozco a muchos varones que tendrán un plan distinto al (irresistible) de la cumbre de amigotes con pantalla gigante, cervezas y pizza de encargo; también a muchas mujeres que se apuntarán con gusto a esta ceremonia. Desde que la tragedia de Heysel (39 muertos en la final europea de 1985) transformó las gradas en patios de butacas y puso coto a los hooligans, el campo de fútbol ya no es territorio hostil para la mujer.

Ahora a los estadios van parejas, familias, turistas, peñas de forofas. El fútbol, además, forma parte del show business como el cine, la moda o la música, y sus figuras brillan tanto como las de Hollywood, con lo que han captado también el interés de quienes nunca ven un partido pero siguen sus andanzas. Y el fútbol femenino está despegando en muchos países, Estados Unidos a la cabeza, y aquí todavía no porque en la mayoría de colegios mandan a las niñas a otros deportes. Lentamente se avanza: el Real Madrid estudia crear su equipo de mujeres, para disputar un torneo que dominan el Rayo Vallecano o el Athletic de Bilbao. Pese a todo el mundo del fútbol sigue dominado por hombres, y con feos tics del pasado como los gritos racistas a jugadores negros, burlas a las pocas mujeres que participan en el equipo arbitral (lo que les costó el puesto a dos comentaristas de Sky) y la homofobia latente que impide que en la historia del fútbol salga del armario un jugador profesional en algún torneo más importante que la cuarta división sueca.


El clásico simboliza muchas cosas, quizás demasiadas. Un Madrid-Barça siempre tuvo connotación geopolítica (el centro frente a la periferia, Castilla frente a Cataluña...) pero ahora además representa la más tópica de las guerra de sexos. Este Barcelona se ha definido como femenino; el fútbol del Madrid es masculino. Los de Guardiola buscan el éxito a través de la belleza, de lo cooperativo, de la paciencia; los de Mourinho confían en su pegada, su brega, su potencia. El Barça es sutil; el Madrid, directo. Sus figuras también son diferentes: Messi es un chico tímido que corretea mirando el suelo y no es el mismo alejado de su protector entorno; Cristiano Ronaldo es una estrella mediática cargada de ambición y cierto aire narcisista. Ambos, en todo caso, han perdido protagonismo en el papel cuché, que enfoca ahora a dos ídolos locales, Casillas y Piqué, y sobre todo a sus parejas, Sara Carbonero y Shakira. Crónica rosa y deportiva se solapan desde hace tiempo (y son hoy las grandes proveedoras de opio para el pueblo).

GuardiolaARC7796826 Cada equipo tiene ahora el entrenador que encaja en su perfil. El Barcelona necesitaba un director de orquesta; el Madrid, un jefe de gladiadores. Guardiola ejerce el soft power, como Obama o el primer Zapatero. Utiliza la mano izquierda y las formas suaves, pero su liderazgo es indiscutido pese a que llegó al primer equipo sin gran experiencia como entrenador. Dio confianza a un grupo ya rodado y no quiso ponerse todas las medallas, aunque su humildad pareció alguna vez calculada. Mourinho llegó con la maleta repleta de trofeos a un Real Madrid lleno de estrellas mal organizadas y hambriento de títulos. Su estilo es arrogante y ambicioso, seguro de sí mismo, a veces maleducado, pero se confía en él por una gestión inteligente del grupo, si hace falta paternalista, para sacar el máximo rendimiento. Esperanza Aguirre aplaudió al portugués públicamente ("Soy de Mourinho a muerte"), quizás porque coinciden en la incorrección política, en ese desparpajo de los "sin complejos". A Guardiola, sin embargo, se le cree cercano a la progresía y el consejero socialista Mascarell lo intentó fichar para el tripartito (lo que llevó a La Vanguardia a preguntarse: "¿Guardiola president?" y a miles de internautas a promover su candidatura).

MourinhoARC7926276 Ojo: no son tan distintos. Tanto Mourinho como Guardiola manejan los medios de comunicación con habilidad, ambos explotan su atractivo personal, ambos han chocado con sus presidentes, ambos generan dudas sobre su futuro en el club, ambos necesitan sentirse valorados. Y muchos hombres se reconocen en estos triunfadores, y en cierto modo a través de sus héroes se definen a sí mismos, o cómo sueñan con ser. ¿Mourinho o Guardiola? Responda sin que le cieguen los colores, por favor.

Los hombres, decía, hablan de fútbol porque no hablan de sí mismos. Las mujeres de hoy van al estadio, algunas juegan al fútbol o son árbitras y muchas verán los cuatro derbis entre nosotros. Lo que no harán es dedicar más tiempo al día siguiente a comentarlo. Porque este gran espectáculo es una sana terapia de masas, una vía de escape a nuestras frustraciones, siempre que no alcance una dimensión excesiva. ¿Será que algún hombre también habla demasiado de fútbol consigo mismo? Quizás algunos dedicaron a este entretenimiento demasiado espacio en su vida. Disfrutemos de la serie de cuatro partidos en la cumbre, forofos y forofas, juntos si puede ser. Celebren los éxitos sin romper nada, no se amarguen demasiado con la derrota. El único error que se comete con el fútbol es darle demasiada importancia.

 

 


 

Imágenes: escenas de las películas Días de fútbol (David Serrano de la Peña, 2003) y Quiero ser como Beckham (Gurinder Chadha, 2002); Josep Guardiola, fotografiado por Vicens Giménez; y José Mourinho, por Daniel Ochoa de Olza (AP).

Vídeo: la afición del Liverpool canta su himno You'll never walk alone en el estadio de Anfield. ¿Es o no es un ritual de masas?

 

Para leer el artículo original:

http://blogs.elpais.com/mujeres/2011/04/el-futbol-como-ritual-masculino.html

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